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domingo, 18 de enero de 2015

Sylvia Seegrist, asesina múltiple con delirios militares

Sylvia Seegrist

Sylvia Seegrist también ha sido catalogada como una asesina en masa. Nació el 31 de julio de 1960, en Springfield (Pennsylvania), Estados Unidos.

Mucho antes de que las balas empezaran a volar, casi todos en su entorno sabían que era una persona problemática. En su vecindario era conocida como "la Sra. Rambo".

Incluso su madre, Ruth Seegrist, estaba aterrorizada ya que no sabía cómo estabilizarla o controlar sus impulsos. En julio de 1985, Ruth escribió un artículo para un periódico de Pennsylvania, (The Springfield Press) describiendo cómo era la convivencia con su hija de 25 años, diagnosticada con esquizofrenia-paranoide. La madre muchas veces había enviado peticiones a dependencias del Estado para que internaran a Sylvia Seegrist, pero nunca obtuvo respuesta.

En un artículo en especial, se podía notar su creciente desesperación llamando a las autoridades para que actúen: “¿Qué necesitan? ¿Sangre derramada en el suelo?”.

Cuatro meses más tarde, la peor pesadilla de Ruth se hizo realidad. Alrededor de las 4 pm del miércoles 30 de octubre de 1985, Sylvia Seegrist, vestida con uniforme militar y botas negras, aparcó su coche en la parte delantera del centro comercial de Springfield. Se bajó del vehículo y comenzó a disparar al azar. Las balas de su rifle semiautomático Ruger 10/22 calibre 22, no dieron en sus primeros objetivos: una mujer en un cajero automático y un hombre caminando en el estacionamiento.

Un grupo de niños que se encontraban fuera del restaurante llamado Magia Pan, no tuvieron tanta suerte. Una bala terminó en el diminuto pecho de Recife Cosmen de 2 años, golpeándolo en el corazón. Sus dos primos, Tiffany Wootson de 10 años, y Kareen Wootson de 9 años, también recibieron disparos, pero pudieron recuperarse de sus heridas.

A partir de ahí, Sylvia Seegrist comenzó su recorrida dentro del centro comercial. Esta tragedia también se vio amplificada por las circunstancias de la fecha: al ser un día anterior a Halloween, muchos individuos que estaban en el centro comercial pensaron que el ruido de las balas era parte de un truco marketinero de la empresa, para darle una ambientación festiva a ese día. Recién cuando vieron sangre derramada, gente herida y escucharon gritos de verdadero terror, se percataron de lo que estaba sucediendo.

Los compradores se apresuraron a cubrirse en las bóvedas de joyerías, vestuarios, oficinas administrativas, y en cualquier lugar que los pusiera fuera de la vista de Sylvia Seegrist.

Ella continuó balanceando el rifle, disparando salvajemente de forma aleatoria hacia grupos de individuos que comían o recorrían las tiendas. La masacre le tomó apenas 4 minutos. En este lapso, disparó 15 tiros, hirió a 10 personas y causó la muerte a 3 de ellas. Además del niño Cosmen que recibió el disparo en el pecho, Augusto Ferrara, de 64 años, murió en el acto  y otro comprador, el Dr. Ernest Trout de 67 años, sufrió heridas en la cabeza, el abdomen y las nalgas. Murió pocos días después en el hospital.

El tiroteo podría haber seguido, si no fuera por un estudiante graduado, Jack Laufer, que estaba en el Centro Comercial junto a su novia, Victoria Loring, ambos de 24 años y técnicos en emergencias médicas. Los dos trabajaban para el cuartel local de Bomberos.

Jack Laufer vio a una mujer con traje de militar, disparando un rifle, y como la mayoría de los que estaban allí, pensó que se trataba de una broma de Halloween. Por eso, se le acercó a Sylvia Seegrist e intentó que “la broma” se detuviera debido a que estaba tornándose muy pesada, especialmente con los disparos atronadores. Ya no era algo divertido para el público que aún no se había cruzado con la tiradora y entonces, seguía creyendo que el Centro Comercial continuaba con la idea de asustar a los clientes.
 

Sylvia Seegrist entonces le apuntó a John Laufer y hubo un forcejeo, pero éste logró retenerle el arma. Un guardia de seguridad la tuvo bajo custodia mientras John llamaba a la policía, aún desconociendo que se había convertido en un héroe y que si no fuera por él, habrían existido más víctimas. Cuando descubrieron la cantidad de heridos a lo largo del Centro Comercial, él y su novia comenzaron a brindarles asistencia médica.

Socorristas asistiendo a las víctimas de la masacre

En su comparecencia, Sylvia Seegrist le gritó al juez: "Date prisa, hombre, tú sabes que yo soy culpable. Mátame en el acto”. Muy por el contrario, fue encerrada en la prisión del condado de Delaware.

En los días que siguieron, los reporteros no tuvieron problemas para encontrar testigos que detallaran la extraña vida de Sylvia Seegrist. Muchas personas habían tenido incidentes con ella. Era común que sus vecinos recibieran insultos y amenazas de su parte. Estaba obsesionada con el mundo bélico, mencionando guerras nucleares, y demostrando también una creciente paranoia al considerar que estaba siendo espiada. En 1984 se había anotado en la Armada Estadounidense, pero duró apenas dos meses a causa de su carácter explosivo. Un día llegó a apuñalar a un hombre, por lo que pasó 4 meses en prisión. Bebía cera para muebles y continuamente hablaba de matar gente, incluso, trató de estrangular a su madre.


Cuando salieron a la luz los primeros informes de que una mujer había atentado contra un centro comercial en Springfield, todos los que la conocían supieron con certeza que Sylvia Seegrist era la responsable.

La asesina había sido una niña feliz y una estudiante brillante hasta que cerca de los 13 años, algo salió terriblemente mal. Su madre dijo que el declive se inició después de que Sylvia le contara que “su abuelo la había molestado”.

Nota aparte del caso: es increíble la negligencia de las autoridades en no hacer nada respecto a los pedidos de la madre de Sylvia y además, parece claro que fue abusada por su abuelo ¿Alguien intentó ayudarla luego de esto?

A los 15, Seegrist ya era consumidora de marihuana y tenía una vida promiscua. Poco después, fue diagnosticada con esquizofrenia y su caso era tan severo, que pasó por una docena de internaciones en un período de 10 años. Sin embargo, las leyes aún no permitían que un paciente fuera encerrado en contra de su voluntad, por lo tanto, sus estadías en los centros de salud fueron muy breves, insuficientes para tratarla.


Más víctimas siendo asistidas

Los medicamentos para pacientes psiquiátricos en ese momento tenían efectos secundarios muy adversos. Aquellos que podían ayudarla, terminaron enfermándola, por este motivo se negó a cosumirlos. A pesar de los actos cada vez más violentos y de las fantasías cada vez más pujantes, se las arregló para adquirir un arma.

El 22 de marzo de 1985, trató de comprar un rifle en una cadena de tiendas, pero los vendedores al echar un vistazo a su atuendo militar (que usaba todo el tiempo) y a su comportamiento extraño, le dijeron –mintiéndole- que en ese momento se habían quedado sin stock de armas.

Una semana más tarde, en otra tienda lograría adquirir una: llenó todos los formularios requeridos, incluyendo uno en el que preguntaban si alguna vez había tenido problemas mentales o problemas con la ley. Sylvia Seegrist mintió y logró salir con el rifle que usaría siete meses más tarde contra el centro comercial de Springfield.

En junio de 1986, un jurado la encontró culpable. Recibió tres cadenas perpetuas consecutivas, además de 10 años de prisión por cada persona herida.  Por fin, alguien había respondido a las oraciones su madre, Ruth Seegrist. El juez le aseguró que su hija nunca volvería a ser libre.

Hoy en día, Sylvia Seegrist permanece tras las rejas y su nombre surge cada tanto, cuando emergen nuevos asesinos en masa y la prensa recuerda su caso.

Considero que esta tragedia se podría haber evitado si las autoridades locales y la familia de Sylvia le hubiesen prestado más atención, especialmente el quiebre que tuvo en su adolescencia cuando fue víctima de abuso. Este caso como el anterior, son ejemplos en los que las principales responsables no son las asesinas que portan armas, sino los adultos que las rodean y que no ejercen una educación responsable y ejemplificadora.

Podríamos decir que Sylvia Seegrist lleva ahora una vida que tal vez es mejor a la que tuvo anteriormente: en el penitenciario hace deportes, toma cursos de física y lenguaje, trabaja en la lavandería de la prisión  y se encuentra más estable gracias a la medicación de esta época. Allí mismo, también estuvo por terminar la carrera de psicología.

Además, cuando lograron detenerla, un guardia le preguntó por qué lo había hecho. Su respuesta fue: “Mi familia me pone nerviosa”. Era una bomba de tiempo que cualquier situación la haría estallar y esto estaba a la vista de todo su entorno. Todos ellos son en algún grado (junto con las autoridades que no le prestaron atención a su caso) responsables de las 3 muertes que causó en el Centro Comercial.

sábado, 17 de enero de 2015

Brenda Ann Spencer "I don't like Mondays"

Brenda Ann Spencer

Todos en algún momento hemos detestado el primer día de la semana, ya sea porque significa la vuelta a nuestros trabajos o estudios, y por ser el primero siempre pesa un poco más que los siguientes días. Si pudiéramos evitarlo, muchos haríamos “cualquier cosa”, pero el personaje de esta historia es una excepción.

La joven Brenda Ann Spencer rompió con lo imaginable al llevar su desagrado por el lunes a otro nivel, haciendo temblar a toda una nación.

Nació el 3 de abril de 1962 en San Diego, California. A sus 16 años era una típica chica de los años 70’, algo introvertida, creciendo en el hogar de unos padres recién divorciados y enfrentándose a una sociedad llena de estereotipos. Nunca alguien hubiera imaginado que bajo la apariencia de timidez de Brenda Ann, se ocultaba una potencial asesina a sangre fría.

En la Navidad de 1978, su padre Wallace Spencer con el cual vivía, le regaló un rifle calibre 22 con mira telescópica y 500 municiones ¡vaya padre! lo que hizo que Brenda se pusiera muy feliz pues, tenía cierta afición a las armas de fuego y a las historias llenas de violencia con las cuales fantaseaba muy a menudo. Además, deseaba dispararle a un policía.

La mañana del lunes 29 de enero de 1979 parecía ser normal para todos excepto para Brenda Spencer, quien estaba decidida a re-escribir la historia posicionándose en el centro de atención, forma curiosa de disipar su aburrimiento. Estando sola en casa, vio el momento preciso para que sus fantasías por fin cobraran vida. Tomó su rifle y se posicionó en una ventana encontrando rápidamente un objetivo: la escuela elemental de Cleveland que se ubicaba justo enfrente de su casa.

Brenda Spencer comenzó a disparar hacia los alumnos mientras reía, haciendo de ésta una escena llena de locura. Para tener 16 años, su puntería era muy buena, hiriendo rápidamente a 8 alumnos. El director de la escuela, Burton Wragg trató de protegerlos y se interpuso entre las balas y los niños, perdiendo así la vida al igual que el celador Mike Suchar, quien trató en vano de ayudarlo. 

Al llegar la policía, Brenda Spencer le recibió con disparos hiriendo a uno de ellos en el cuello. Los oficiales rodearon su casa de inmediato. Durante 6 horas permaneció atrincherada hablando con los negociadores. Al rendirse y ser capturada, se le preguntó en el interrogatorio el por qué de sus acciones. Brenda Spencer sólo se encogió de hombros y respondió: “No me gustan los lunes, sólo lo hice para alegrarme el día no tengo una razón más, fue por divertirme. Me gusta el rojo y el azul de las chaquetas de los alumnos. Vi a los niños como patos que andaban en una charca y a un rebaño de vacas rodeándolos. Eran blancos fáciles para mí”. Brenda Spencer fue juzgada como adulta y declarada culpable de dos asesinatos y asalto con arma mortal. Fue sentenciada a una condena de entre 25 años a cadena perpetua con opción de libertad condicional.

Desde el incidente, ella ha pedido libertad bajo palabra 4 veces, dando 4 argumentos diferentes, entre ellos: que no fue quien disparó sino los policías, también alegó en su defensa que se encontraba bajo la influencia del alcohol y a pesar de encontrar botellas medio vacías en la casa, no presentó signos de intoxicación alcohólica. En las audiencias del 2001, y la más reciente en el 2009, Brenda Spencer aseguró ser víctima de maltrato y abuso por parte de su padre bajo los influjos del alcohol. A esta acusación, él respondió que no era cierto ya que se auto-identificó gay desde su nacimiento. Ella alegó que esa experiencia de abuso y maltrato la llevó a cometer este crimen.

Al negársele las peticiones de libertad bajo palabra, tendrá otra oportunidad de solicitar la libertad en el año 2019.

El crimen de Brenda Spencer y su falta de remordimiento inspiraron al músico Bob Geldof que compuso el tema I don’t like Mondays, donde se comentan los hechos ocurridos en la fatídica fecha. La canción fue un éxito del grupo británico Boomtown Rats, del cual Bob era vocalista.

La profundidad de la mente humana es incalculable al igual que todo lo que la rodea, pero cuesta creer que esta canción haya sido entonada por millones de personas,  enganchadas por sus melodías alegres. Algunos conocen la sombría historia detrás de la misma, pero otros no. I don’t like Mondays es un homenaje lúgubre a un acto cruel, producto de la sangre fría de la joven Brenda Ann Spencer

El padre de la asesina también debería haber ido preso. Un menor en su sano juicio reconoce las consecuencias de sus acciones, pero poseer un arma -es decir, tener el poder de decidir sobre la vida de otras personas- es una responsabilidad muy grande para alguien que todavía no tiene suficiente madurez mental.

El texto de la publicación puede encontrarse en el siguiente video: Brenda Ann Spencer

sábado, 10 de enero de 2015

Arline Lawless

Arline Lawless

Arline Lawless (también conocida como Arline Seavey) de 25 años, mascaba chicle constantemente y hablaba con monosílabos mientras se declaraba culpable en la Corte Superior del Condado de Knox, por haber matado a tiros a su novio de 34 años de edad, Norman Benner.

Lo mató mientras él dormía. Los motivos del asesinato: estaba atemorizada de que Benner pudiera dejarla por otra mujer. Luego de la masacre, se disparó a sí misma en el rostro y se quedó en el dormitorio con el cuerpo de Benner durante al menos un día, hasta que fueron descubiertos por miembros de la familia del hombre asesinado.

Arline Lawless y Norman Benner habían estado saliendo durante casi 4 meses, pero él no estaba pasando del todo bien en su relación. Una vez le confesó a su madre que “Arline Lawless era tan pegajosa que sería capaz de despertarlo en el medio de la noche para preguntarle si tenía intenciones de dejarla”.

Situaciones similares a la descrita condujeron a Norman Benner a ponerle fin a la relación, pero aunque intentó dos veces cortar el noviazgo, fue imposible a causa de las peleas desatadas. Cuando fue a casa de Arline Lawless para enfrentarla definitivamente, él no volvió a aparecer.

Esa noche, cuando Norman Benner no regresaba, su madre, padre y hermana comenzaron a preocuparse. Al dirigirse hacia el domicilio de su novia encontraron a Benner con un disparo mortal en la parte trasera de la cabeza, en uno de los cuartos. Ella también estaba herida, pero no muerta.

Si bien en un principio, la asesina dijo desconocer lo que le había sucedido a su novio, más tarde terminó confesando el crimen.
Arline Lawless intentó que se la declarara inimputable alegando que a los 14 años había sufrido un accidente automovilístico que la dejó con problemas de salud mental, pero luego de las pericias psicológicas, los investigadores determinaron que se encontraba “completamente lúcida” para entender sus actos y las consecuencias de los mismos. Había estado planeando el crimen e incluso pidió prestada un arma para cometerlo. Se sospecha que las únicas causas fueron los celos y el deseo de controlarlo completamente para que no volviera a estar con ninguna otra mujer. Sin embargo, Arline Lawless no ha explicado formalmente los motivos del asesinato.

Fue condenada a 35 años de cárcel. A pesar de que el crimen haya sido castigado, la madre de la víctima (Dawn Benner) no está conforme con la sentencia por la muerte de su hijo: “No es satisfactorio en absoluto. Eso no es justicia, la asesina podrá caminar por las calles en 32 años”, es decir, la pena puede verse reducida por buena conducta. El asesinato se consideró por la Corte Superior bajo la carátula de “violencia doméstica”.

viernes, 2 de enero de 2015

Aileen Wuornos

Aileen Wuornos

Aileen Wuornos fue considerada la primera asesina en serie por el FBI. En los tribunales, admitió que cometió todos sus crímenes sin remordimiento alguno y que si saliera libre los volvería a cometer. Aileen Wuornos fue el perverso resultado de una infancia infeliz y tortuosa. Un ser trastornado que mostró con violencia su odio hacia la humanidad.

Hija de un abusador de menores a quien nunca conoció, ella y su hermano fueron criados por sus abuelos que los adoptaron y se hicieron pasar por sus verdaderos padres, hasta que a los 12 años, el descubrimiento de la verdad la marcaría para siempre.

Su abuelo era alcohólico y abusaba físicamente y psicológicamente de Aileen. Esto la convirtió en una joven solitaria y retraída que no lograba empatía con nadie en la escuela o en el barrio. Aileen Wuornos también comenzó a prostituirse en la pubertad con los chicos de la escuela a cambio de unas monedas y cigarrillos. A los 14 años quedó embarazada y su bebé fue dado en adopción. Siguió prostituyéndose y comenzó a robar.

A los 20 años se mudó a Florida donde siguió su vida delictiva, descrita como una persona explosiva que generalmente estaba drogada o alcoholizada. Fue apresada en múltiples ocasiones por manejar ebria, no tener licencia, robo de automóviles, disturbios en lugares públicos y robo a mano armada, por lo que pasó tres años en la cárcel.

En 1986 conoció a Tyria Moore en un bar gay y pronto se fueron a vivir juntas pero pasaban por problemas financieros debido a que Aileen Wuornos ya no conseguía tantos clientes. Su primer asesinato lo cometió en 1989 cuando abordó a Richard Mallory en la carretera. Según Aileen, el hombre  se tornó agresivo y trató de violarla por lo que le disparó cuatro veces con su arma.

A partir de entonces, su violencia se volvió incontrolable. Aileen Wuornos estableció un patrón: atraía camioneros o gente de la carretera, los mataba de varios balazos, les robaba y los dejaba tirados en alguna parte del camino. Luego de otros seis asesinatos, todos cometidos en 1990, la policía pudo atraparla gracias a que tuvo que dejar sus huellas digitales en una casa de empeño, cuando vendió un objeto robado a unas de sus víctimas. La policía hizo un trato con Tyria Moore, le ofreció impunidad a cambio de contar todo lo que sabía sobre Aileen Wuornos y de convencerla de confesar sus crímenes.

Finalmente Aileen, admitió sus delitos pero aseguró que el primero fue en defensa propia. Durante el juicio no mostró arrepentimiento alguno y manifestó su profundo odio contra la humanidad, asegurando que volvería a matar si quedara libre. Fue sentencia a morir por inyección letal, condena que se cumplió en octubre de 2002. Su historia fue llevada al cine en la película Monster protagonizada por Charlize Theron, cuyo papel le valió el Oscar como Mejor Actriz en el año 2004. 

El texto de la publicación puede encontrarse en el siguiente video: Las mujeres asesinas más perversas de la historia

domingo, 21 de diciembre de 2014

Rosemarie "Penny" Bjorkland

Rosemarie "Penny" Bjorkland

“Hoy es el día que voy a matar a alguien”

Penny Bjorkland nació en 1941 en Daly City, California. Era una niña común y corriente de barrio, e incluso ella se describiría de esta forma. Los compañeros de escuela sin embargo, dirían que era una persona nerviosa, que se mordía las uñas compulsivamente y también algo solitaria. Su aspecto además confundía a cualquiera: era una chica rubia de ojos claros y pecosa, totalmente angelical sin muestras de la profunda oscuridad que se formaba en su interior. Sus compañeros de trabajo coincidirían más tarde con la misma descripción: "era un lobo solitario".

Una vez en la escuela, a Penny Bjorkland le encontraron una botella de vodka en su casillero aunque recién para febrero de 1959, la policía y todo el país descubrirían lo alterada que estaba su mente.

Exactamente el 2 de febrero, la policía encontraba el cuerpo de August Norry al sur de San Francisco. La víctima era un paisajista de 38 años, casado y a punto de convertirse en padre por primera vez. Tenía 18 balazos a quemarropa y 14 de esos balazos habían atravesado su cuerpo. Tenía tres disparos en la cabeza, otros tres en el cuello, dos en el estómago y el resto en las extremidades.

La policía tuvo la suerte de contar con un testigo clave que pudo informar sobre el sospechoso (o mejor dicho, sospechosa). Según declaró esta persona, se trataba de una adolescente rubia con pecas,  que casualmente manejaba el auto de la víctima por las colinas de San Francisco, de forma muy errática. No obstante, habían rumores de que la víctima andaba con otras mujeres, así que pensaban que esta rubia podría haber sido una amante y que lo asesinó por despecho. También se manejaba el móvil de que algún esposo o novio de sus amantes, podría haber descubierto la relación y por esto, abrir fuego contra August Norry.

La policía tenía en la mira a Penny Bjorkland, pero aún faltaba encontrar el arma homicida. Al realizar el estudio de balística, los investigadores hallaron que se trataba de un arma calibre .38, no muy común ya que se utilizaba para la práctica de tiro. Rastreando las tiendas donde vendían o fabricaban municiones de ese calibre, hallaron una tienda cuyo dueño recordaba quien las había comprado hace poco: Penny Bjorkland.

La policía fue a buscarla a la casa de sus padres. La acusada no tuvo reparos en confesar el crimen: había robado el arma homicida de la casa de un amigo en el mes de enero. El 1 de febrero salió de su casa sin rumbo fijo con el arma guardada en la cintura de sus calzas. Cuando August Norry le ofreció llevarla en su auto hacia donde ella se estuviera dirigiendo, Penny Bjorkland comprendió lo que haría…

Se bajó del auto y le disparó cinco veces a Norry. Rodeó el vehículo y se dirigió hacia el lado del chofer. Volvió a cargar el arma y le disparó otras cinco veces. No contenta con esto, fue nuevamente hacia el lado del acompañante y continuó disparándole. Luego bajó el cadaver del auto y se subió para conducirlo alocadamente.

Cuando la policía le preguntó los motivos para el crimen, ella contestó que desde hacía un año y medio tenía ganas de matar a alguien, un deseo casi incontrolable. No solamente esto, también agregó que quería probar si luego del crimen se mantenía calma y con la conciencia tranquila. Por último afirmó que después de haber matado, se sintió “mucho mejor”.

La policía describiría que durante el juicio, Penny Bjorkland mostraba una sonrisa muy desinteresada por su situación, como si no tuviera conciencia de la gravedad... hasta que el veredicto fue inflexible: recibiría cadena perpetua.

Su sonrisa se esfumó del rostro al mismo tiempo que declaraba: "No estoy contenta".

Podría ser candidata a libertad condicional siete años más tarde. Se desconocen mayores detalles sobre su liberación, pero se cree que Penny Bjorkland quedó libre en la década del 60'.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Lynda Lyon Block, la última mujer condenada a muerte en Alabama

Lynda Lyon Block

Lynda Lyon Block pasó seis años en el corredor de la muerte antes de ser ejecutada el 10 de mayo de 2002.
Fue sentenciada a muerte por su participación en el asesinato del sargento de policía Roger Motley, en la ciudad de Opelika estado de Alabama.

Después de no comparecer ante la corte por un cargo de agresión doméstica a su ex-esposo y además, estar huyendo de la policía, Lynda Lyon Block y su actual concubino George Sibley, deciden detenerse en el parking de un Walmart para usar el teléfono público. Para esto, dejaron a su hijo de 9 años en el auto, pero en ese momento, una mujer que pasaba por el lugar alertó que el niño estaba llorando y pidiendo ayuda. Por las condiciones del vehículo, parecía que Lynda Block y George
Sibley estaban viviendo dentro del mismo. 

La mujer pensó que lo mejor sería recurrir a la policía, entonces alerta la situación y el agente Roger Motley se dispone a investigar. El policía terminaba de hacer unas compras en el shopping y ese día, justo le había prestado el chaleco antibalas a un compañero novato. Esta decisión, sería fatal para su vida...

Cuando llega al auto,
Roger Motley le pide a George Sibley la licencia de conducir, pero éste le dice "que no necesita una". Mientras le estaba explicando por qué no precisaba, Motley atina a colocar la mano sobre el estuche del arma, por lo que Sibley decide sacar su pistola. En ese momento, el agente se aleja del vehículo y comienza un tiroteo. Las personas corren asustadas a refugiarse en el Walmart. Lynda Block (que estaba en la cabina de teléfono) observa la escena y también abre fuego. Dispara cuando el agente se encuentra baleado en el piso –pero aún con vida-. El policía es trasladado al hospital, pero finalmente muere.

Como la corte no fue capaz de determinar de qué arma salió la bala fatal (si de Lynda Block, que lo ultimó estando en el piso; o si fue su concubino quien lo baleó previamente) ambos fueron condenados a muerte.

El juicio fue muy complicado ya que los acusados eran anarquistas que descreían de las leyes y del sistema penal. Renunciaron a sus apelaciones y a toda ayuda que podría haberles modificado la condena. Tampoco cooperaron con sus abogados. Lynda Block pasó a convertirse en la última mujer ejecutada en la silla eléctrica en Alabama, ya que poco tiempo después cambiaron esta pena capital por una “más humana”: la inyección letal.

En su alegato,
Lynda Block dijo que se había tratado de un caso de legítima defensa: "El (policía) se llevó la mano a la cartuchera del arma y nosotros disparamos".

Con su cabeza rapada y atada a la silla, recibió 2.050 voltios en todo su cuerpo durante 20 segundos y 250 voltios por 100 segunos más. Falleció en apenas dos minutos, tenía 54 años.

Según declararía Mike Haley, comisionado del Departamento Correccional de Alabama: “
Lynda Lyon Block nunca mostró emoción alguna. Lucía muy sombría y estoica”. "Se le preguntó si quería realizar una declaración final pero se negó", añadió el funcionario.

Su concubino George Sibley, fue ejecutado 3 años más tarde por inyección letal.

Investigaciones descubrieron que ambos asesinos no tenían documentos, ni licencias ni ningún certificado legal debido a su ideología anti sistema. Esto era lo que estaba explicando George Sibley cuando le decía al policía que no necesitaba una licencia de conducir. Su estilo de vida elegido era ese.

Cuando leo este caso, pienso que es una tragedia absolutamente evitable y por otra parte, el agente de policía podría haber actuado de una forma menos mordaz.
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