“Hoy es el día que voy a matar a alguien”
Penny Bjorkland nació en 1941 en Daly City, California. Era una niña común y corriente de barrio, e incluso ella se describiría de esta forma. Los compañeros de escuela sin embargo, dirían que era una persona nerviosa, que se mordía las uñas compulsivamente y también algo solitaria. Su aspecto además confundía a cualquiera: era una chica rubia de ojos claros y pecosa, totalmente angelical sin muestras de la profunda oscuridad que se formaba en su interior. Sus compañeros de trabajo coincidirían más tarde con la misma descripción: "era un lobo solitario".
Una vez en la escuela, a Penny Bjorkland le encontraron una botella de vodka en su casillero aunque recién para febrero de 1959, la policía y todo el país descubrirían lo alterada que estaba su mente.
Exactamente el 2 de febrero, la policía encontraba el cuerpo de August Norry al sur de San Francisco. La víctima era un paisajista de 38 años, casado y a punto de convertirse en padre por primera vez. Tenía 18 balazos a quemarropa y 14 de esos balazos habían atravesado su cuerpo. Tenía tres disparos en la cabeza, otros tres en el cuello, dos en el estómago y el resto en las extremidades.
La policía tuvo la suerte de contar con un testigo clave que pudo informar sobre el sospechoso (o mejor dicho, sospechosa). Según declaró esta persona, se trataba de una adolescente rubia con pecas, que casualmente manejaba el auto de la víctima por las colinas de San Francisco, de forma muy errática. No obstante, habían rumores de que la víctima andaba con otras mujeres, así que pensaban que esta rubia podría haber sido una amante y que lo asesinó por despecho. También se manejaba el móvil de que algún esposo o novio de sus amantes, podría haber descubierto la relación y por esto, abrir fuego contra August Norry.
La policía tenía en la mira a Penny Bjorkland, pero aún faltaba encontrar el arma homicida. Al realizar el estudio de balística, los investigadores hallaron que se trataba de un arma calibre .38, no muy común ya que se utilizaba para la práctica de tiro. Rastreando las tiendas donde vendían o fabricaban municiones de ese calibre, hallaron una tienda cuyo dueño recordaba quien las había comprado hace poco: Penny Bjorkland.
La policía fue a buscarla a la casa de sus padres. La acusada no tuvo reparos en confesar el crimen: había robado el arma homicida de la casa de un amigo en el mes de enero. El 1 de febrero salió de su casa sin rumbo fijo con el arma guardada en la cintura de sus calzas. Cuando August Norry le ofreció llevarla en su auto hacia donde ella se estuviera dirigiendo, Penny Bjorkland comprendió lo que haría…
Se bajó del auto y le disparó cinco veces a Norry. Rodeó el vehículo y se dirigió hacia el lado del chofer. Volvió a cargar el arma y le disparó otras cinco veces. No contenta con esto, fue nuevamente hacia el lado del acompañante y continuó disparándole. Luego bajó el cadaver del auto y se subió para conducirlo alocadamente.
Cuando la policía le preguntó los motivos para el crimen, ella contestó que desde hacía un año y medio tenía ganas de matar a alguien, un deseo casi incontrolable. No solamente esto, también agregó que quería probar si luego del crimen se mantenía calma y con la conciencia tranquila. Por último afirmó que después de haber matado, se sintió “mucho mejor”.
La policía describiría que durante el juicio, Penny Bjorkland mostraba una sonrisa muy desinteresada por su situación, como si no tuviera conciencia de la gravedad... hasta que el veredicto fue inflexible: recibiría cadena perpetua.
Su sonrisa se esfumó del rostro al mismo tiempo que declaraba: "No estoy contenta".
Podría ser candidata a libertad condicional siete años más tarde. Se desconocen mayores detalles sobre su liberación, pero se cree que Penny Bjorkland quedó libre en la década del 60'.
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