domingo, 18 de enero de 2015

Sylvia Seegrist, asesina múltiple con delirios militares

Sylvia Seegrist

Sylvia Seegrist también ha sido catalogada como una asesina en masa. Nació el 31 de julio de 1960, en Springfield (Pennsylvania), Estados Unidos.

Mucho antes de que las balas empezaran a volar, casi todos en su entorno sabían que era una persona problemática. En su vecindario era conocida como "la Sra. Rambo".

Incluso su madre, Ruth Seegrist, estaba aterrorizada ya que no sabía cómo estabilizarla o controlar sus impulsos. En julio de 1985, Ruth escribió un artículo para un periódico de Pennsylvania, (The Springfield Press) describiendo cómo era la convivencia con su hija de 25 años, diagnosticada con esquizofrenia-paranoide. La madre muchas veces había enviado peticiones a dependencias del Estado para que internaran a Sylvia Seegrist, pero nunca obtuvo respuesta.

En un artículo en especial, se podía notar su creciente desesperación llamando a las autoridades para que actúen: “¿Qué necesitan? ¿Sangre derramada en el suelo?”.

Cuatro meses más tarde, la peor pesadilla de Ruth se hizo realidad. Alrededor de las 4 pm del miércoles 30 de octubre de 1985, Sylvia Seegrist, vestida con uniforme militar y botas negras, aparcó su coche en la parte delantera del centro comercial de Springfield. Se bajó del vehículo y comenzó a disparar al azar. Las balas de su rifle semiautomático Ruger 10/22 calibre 22, no dieron en sus primeros objetivos: una mujer en un cajero automático y un hombre caminando en el estacionamiento.

Un grupo de niños que se encontraban fuera del restaurante llamado Magia Pan, no tuvieron tanta suerte. Una bala terminó en el diminuto pecho de Recife Cosmen de 2 años, golpeándolo en el corazón. Sus dos primos, Tiffany Wootson de 10 años, y Kareen Wootson de 9 años, también recibieron disparos, pero pudieron recuperarse de sus heridas.

A partir de ahí, Sylvia Seegrist comenzó su recorrida dentro del centro comercial. Esta tragedia también se vio amplificada por las circunstancias de la fecha: al ser un día anterior a Halloween, muchos individuos que estaban en el centro comercial pensaron que el ruido de las balas era parte de un truco marketinero de la empresa, para darle una ambientación festiva a ese día. Recién cuando vieron sangre derramada, gente herida y escucharon gritos de verdadero terror, se percataron de lo que estaba sucediendo.

Los compradores se apresuraron a cubrirse en las bóvedas de joyerías, vestuarios, oficinas administrativas, y en cualquier lugar que los pusiera fuera de la vista de Sylvia Seegrist.

Ella continuó balanceando el rifle, disparando salvajemente de forma aleatoria hacia grupos de individuos que comían o recorrían las tiendas. La masacre le tomó apenas 4 minutos. En este lapso, disparó 15 tiros, hirió a 10 personas y causó la muerte a 3 de ellas. Además del niño Cosmen que recibió el disparo en el pecho, Augusto Ferrara, de 64 años, murió en el acto  y otro comprador, el Dr. Ernest Trout de 67 años, sufrió heridas en la cabeza, el abdomen y las nalgas. Murió pocos días después en el hospital.

El tiroteo podría haber seguido, si no fuera por un estudiante graduado, Jack Laufer, que estaba en el Centro Comercial junto a su novia, Victoria Loring, ambos de 24 años y técnicos en emergencias médicas. Los dos trabajaban para el cuartel local de Bomberos.

Jack Laufer vio a una mujer con traje de militar, disparando un rifle, y como la mayoría de los que estaban allí, pensó que se trataba de una broma de Halloween. Por eso, se le acercó a Sylvia Seegrist e intentó que “la broma” se detuviera debido a que estaba tornándose muy pesada, especialmente con los disparos atronadores. Ya no era algo divertido para el público que aún no se había cruzado con la tiradora y entonces, seguía creyendo que el Centro Comercial continuaba con la idea de asustar a los clientes.
 

Sylvia Seegrist entonces le apuntó a John Laufer y hubo un forcejeo, pero éste logró retenerle el arma. Un guardia de seguridad la tuvo bajo custodia mientras John llamaba a la policía, aún desconociendo que se había convertido en un héroe y que si no fuera por él, habrían existido más víctimas. Cuando descubrieron la cantidad de heridos a lo largo del Centro Comercial, él y su novia comenzaron a brindarles asistencia médica.

Socorristas asistiendo a las víctimas de la masacre

En su comparecencia, Sylvia Seegrist le gritó al juez: "Date prisa, hombre, tú sabes que yo soy culpable. Mátame en el acto”. Muy por el contrario, fue encerrada en la prisión del condado de Delaware.

En los días que siguieron, los reporteros no tuvieron problemas para encontrar testigos que detallaran la extraña vida de Sylvia Seegrist. Muchas personas habían tenido incidentes con ella. Era común que sus vecinos recibieran insultos y amenazas de su parte. Estaba obsesionada con el mundo bélico, mencionando guerras nucleares, y demostrando también una creciente paranoia al considerar que estaba siendo espiada. En 1984 se había anotado en la Armada Estadounidense, pero duró apenas dos meses a causa de su carácter explosivo. Un día llegó a apuñalar a un hombre, por lo que pasó 4 meses en prisión. Bebía cera para muebles y continuamente hablaba de matar gente, incluso, trató de estrangular a su madre.


Cuando salieron a la luz los primeros informes de que una mujer había atentado contra un centro comercial en Springfield, todos los que la conocían supieron con certeza que Sylvia Seegrist era la responsable.

La asesina había sido una niña feliz y una estudiante brillante hasta que cerca de los 13 años, algo salió terriblemente mal. Su madre dijo que el declive se inició después de que Sylvia le contara que “su abuelo la había molestado”.

Nota aparte del caso: es increíble la negligencia de las autoridades en no hacer nada respecto a los pedidos de la madre de Sylvia y además, parece claro que fue abusada por su abuelo ¿Alguien intentó ayudarla luego de esto?

A los 15, Seegrist ya era consumidora de marihuana y tenía una vida promiscua. Poco después, fue diagnosticada con esquizofrenia y su caso era tan severo, que pasó por una docena de internaciones en un período de 10 años. Sin embargo, las leyes aún no permitían que un paciente fuera encerrado en contra de su voluntad, por lo tanto, sus estadías en los centros de salud fueron muy breves, insuficientes para tratarla.


Más víctimas siendo asistidas

Los medicamentos para pacientes psiquiátricos en ese momento tenían efectos secundarios muy adversos. Aquellos que podían ayudarla, terminaron enfermándola, por este motivo se negó a cosumirlos. A pesar de los actos cada vez más violentos y de las fantasías cada vez más pujantes, se las arregló para adquirir un arma.

El 22 de marzo de 1985, trató de comprar un rifle en una cadena de tiendas, pero los vendedores al echar un vistazo a su atuendo militar (que usaba todo el tiempo) y a su comportamiento extraño, le dijeron –mintiéndole- que en ese momento se habían quedado sin stock de armas.

Una semana más tarde, en otra tienda lograría adquirir una: llenó todos los formularios requeridos, incluyendo uno en el que preguntaban si alguna vez había tenido problemas mentales o problemas con la ley. Sylvia Seegrist mintió y logró salir con el rifle que usaría siete meses más tarde contra el centro comercial de Springfield.

En junio de 1986, un jurado la encontró culpable. Recibió tres cadenas perpetuas consecutivas, además de 10 años de prisión por cada persona herida.  Por fin, alguien había respondido a las oraciones su madre, Ruth Seegrist. El juez le aseguró que su hija nunca volvería a ser libre.

Hoy en día, Sylvia Seegrist permanece tras las rejas y su nombre surge cada tanto, cuando emergen nuevos asesinos en masa y la prensa recuerda su caso.

Considero que esta tragedia se podría haber evitado si las autoridades locales y la familia de Sylvia le hubiesen prestado más atención, especialmente el quiebre que tuvo en su adolescencia cuando fue víctima de abuso. Este caso como el anterior, son ejemplos en los que las principales responsables no son las asesinas que portan armas, sino los adultos que las rodean y que no ejercen una educación responsable y ejemplificadora.

Podríamos decir que Sylvia Seegrist lleva ahora una vida que tal vez es mejor a la que tuvo anteriormente: en el penitenciario hace deportes, toma cursos de física y lenguaje, trabaja en la lavandería de la prisión  y se encuentra más estable gracias a la medicación de esta época. Allí mismo, también estuvo por terminar la carrera de psicología.

Además, cuando lograron detenerla, un guardia le preguntó por qué lo había hecho. Su respuesta fue: “Mi familia me pone nerviosa”. Era una bomba de tiempo que cualquier situación la haría estallar y esto estaba a la vista de todo su entorno. Todos ellos son en algún grado (junto con las autoridades que no le prestaron atención a su caso) responsables de las 3 muertes que causó en el Centro Comercial.

No hay comentarios :

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...