sábado, 24 de enero de 2015

Justina Morley

Justina Morley

Jason Sweeney era un adolescente que trabajaba junto con su padre. Vivía en el vecindario de Fishtown, Filadelfia.

El adolescente había conocido hace poco a una chica llamada Justina Morley de 15 años. Comenzaron a salir 2 semanas atrás, pero Jason Sweeney desconocía la realidad: la chica mantenía relaciones con otros dos jóvenes: Nicholas Coia y Edward Batzig Jr.

El 30 de Mayo de 2003, Jason recibió su pago de 500US$ luego de trabajar con su padre. Justina Morley le había propuesto tener una nueva cita, pero en esta oportunidad, habría sexo. Jason intentó impresionarla mostrándole el dinero que había cobrado, producto de su trabajo. Sin embargo, los chicos no se dirigieron al cine, a cenar o a bailar, Justina Morley lo condujo hacia una zona solitaria donde tenía todo preparado; tres jóvenes lo esperaban: Edward Batzig Jr y Nicholas Coia de 16 años (con quienes Justina tenía intimidad) y Dominic Coia de 17 años.

Edward ya conocía a Jason y de hecho, había sido su mejor amigo desde 4to grado por lo tanto, fue quien empezó a lastimarlo: lo golpeó en la cabeza unas 4 o 5 veces. Los otros jóvenes (incluida Justina) comenzaron a hacer lo mismo.

Lo golpearon repetidamente en la cabeza y en la cara, utilizando armas que habían llevado como hachas y martillos. También usaron piedras. Cuando se percataron que la víctima había muerto, le robaron los US$500.  La cabeza de Jason Sweeney fue completamente aplastada. La única parte que no recibió daños fue el pómulo izquierdo.

Cuando dejaron la escena del crimen, Justina Morley y los tres jóvenes se dieron un abrazo entre todos celebrando lo hecho, luego pasaron a repartirse el dinero para comprar drogas de toda clase. Después de esto, continuaron festejando.

Al día siguiente (sábado) un grupo de niños que hacían mountain bike encontraron el cadaver. Estaba irreconocible a causa de las heridas y no tenía identificación, entonces fue llevado a la morgue para examinarlo y obtener más pistas. La policía que había sido informada del hecho, comenzó a estudiar las denuncias de jóvenes desaparecidos y hallaron que el padre de Jason había reportado recientemente su desaparición, diciendo que había sido visto por última vez el día viernes.

La policía le solicitó que fuera a la morgue a reconocer el cuerpo. El día lunes, confirmó lo peor: se trataba de Jason Sweeney, su hijo.

A la policía no le fue difícil hallar a los responsables: la familia de la víctima contó que él iba a reunirse con Justina Morley y algunos testigos aseguraron haberlo visto recientemente con los hermanos Coia.

Los jóvenes involucrados fueron citados a declarar y pronto confesaron el crimen:

Dominic Coia dijo en la corte que todos eran culpables en la muerte de Jason. Todos lo habían golpeado por igual hasta quitarle la vida.

La policía determinó que el asesinato había sido premeditado  y que Justina Morley hizo de carnada para llevarlo al lugar donde lo matarían. Los jóvenes sabían que Jason Sweeney había cobrado hace poco, así que el motivo fue el robo del dinero. Los cuatro adolescentes estaban felices de haber obtenido cada uno 125 US$. Los cuatro eran drogadictos y con el dinero aumentaron el consumo.

Edward Batzig dijo: ''Jason empezó a rogar por su vida, pero lo seguimos golpeando''.

Justina Morley declaró que empezó a fumar marihuana a los 10 años de edad, y luego continuó con la cocaína. Tuvo dos intentos de suicidio y sufría de depresión. Su defensa trató que fuera juzgada como adolescente para que entrara a rehabilitación, pero el jurado no lo aceptó. Fue declarada culpable de asesinato en tercer grado y a cambio de su testimonio, recibió una condena de 17 a 35 años en prisión.

En mayo de 2005, los restantes tres adolescentes (los hermanos Coia y Edward) fueron sentenciados a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional, por el asesinato en primer grado de Jason Sweeney, más un plus de 22 a 45 años por conspiración, robo, y posesión de armas. Ninguno de ellos mostró en algún momento remordimiento por el crimen.

domingo, 18 de enero de 2015

Sylvia Seegrist, asesina múltiple con delirios militares

Sylvia Seegrist

Sylvia Seegrist también ha sido catalogada como una asesina en masa. Nació el 31 de julio de 1960, en Springfield (Pennsylvania), Estados Unidos.

Mucho antes de que las balas empezaran a volar, casi todos en su entorno sabían que era una persona problemática. En su vecindario era conocida como "la Sra. Rambo".

Incluso su madre, Ruth Seegrist, estaba aterrorizada ya que no sabía cómo estabilizarla o controlar sus impulsos. En julio de 1985, Ruth escribió un artículo para un periódico de Pennsylvania, (The Springfield Press) describiendo cómo era la convivencia con su hija de 25 años, diagnosticada con esquizofrenia-paranoide. La madre muchas veces había enviado peticiones a dependencias del Estado para que internaran a Sylvia Seegrist, pero nunca obtuvo respuesta.

En un artículo en especial, se podía notar su creciente desesperación llamando a las autoridades para que actúen: “¿Qué necesitan? ¿Sangre derramada en el suelo?”.

Cuatro meses más tarde, la peor pesadilla de Ruth se hizo realidad. Alrededor de las 4 pm del miércoles 30 de octubre de 1985, Sylvia Seegrist, vestida con uniforme militar y botas negras, aparcó su coche en la parte delantera del centro comercial de Springfield. Se bajó del vehículo y comenzó a disparar al azar. Las balas de su rifle semiautomático Ruger 10/22 calibre 22, no dieron en sus primeros objetivos: una mujer en un cajero automático y un hombre caminando en el estacionamiento.

Un grupo de niños que se encontraban fuera del restaurante llamado Magia Pan, no tuvieron tanta suerte. Una bala terminó en el diminuto pecho de Recife Cosmen de 2 años, golpeándolo en el corazón. Sus dos primos, Tiffany Wootson de 10 años, y Kareen Wootson de 9 años, también recibieron disparos, pero pudieron recuperarse de sus heridas.

A partir de ahí, Sylvia Seegrist comenzó su recorrida dentro del centro comercial. Esta tragedia también se vio amplificada por las circunstancias de la fecha: al ser un día anterior a Halloween, muchos individuos que estaban en el centro comercial pensaron que el ruido de las balas era parte de un truco marketinero de la empresa, para darle una ambientación festiva a ese día. Recién cuando vieron sangre derramada, gente herida y escucharon gritos de verdadero terror, se percataron de lo que estaba sucediendo.

Los compradores se apresuraron a cubrirse en las bóvedas de joyerías, vestuarios, oficinas administrativas, y en cualquier lugar que los pusiera fuera de la vista de Sylvia Seegrist.

Ella continuó balanceando el rifle, disparando salvajemente de forma aleatoria hacia grupos de individuos que comían o recorrían las tiendas. La masacre le tomó apenas 4 minutos. En este lapso, disparó 15 tiros, hirió a 10 personas y causó la muerte a 3 de ellas. Además del niño Cosmen que recibió el disparo en el pecho, Augusto Ferrara, de 64 años, murió en el acto  y otro comprador, el Dr. Ernest Trout de 67 años, sufrió heridas en la cabeza, el abdomen y las nalgas. Murió pocos días después en el hospital.

El tiroteo podría haber seguido, si no fuera por un estudiante graduado, Jack Laufer, que estaba en el Centro Comercial junto a su novia, Victoria Loring, ambos de 24 años y técnicos en emergencias médicas. Los dos trabajaban para el cuartel local de Bomberos.

Jack Laufer vio a una mujer con traje de militar, disparando un rifle, y como la mayoría de los que estaban allí, pensó que se trataba de una broma de Halloween. Por eso, se le acercó a Sylvia Seegrist e intentó que “la broma” se detuviera debido a que estaba tornándose muy pesada, especialmente con los disparos atronadores. Ya no era algo divertido para el público que aún no se había cruzado con la tiradora y entonces, seguía creyendo que el Centro Comercial continuaba con la idea de asustar a los clientes.
 

Sylvia Seegrist entonces le apuntó a John Laufer y hubo un forcejeo, pero éste logró retenerle el arma. Un guardia de seguridad la tuvo bajo custodia mientras John llamaba a la policía, aún desconociendo que se había convertido en un héroe y que si no fuera por él, habrían existido más víctimas. Cuando descubrieron la cantidad de heridos a lo largo del Centro Comercial, él y su novia comenzaron a brindarles asistencia médica.

Socorristas asistiendo a las víctimas de la masacre

En su comparecencia, Sylvia Seegrist le gritó al juez: "Date prisa, hombre, tú sabes que yo soy culpable. Mátame en el acto”. Muy por el contrario, fue encerrada en la prisión del condado de Delaware.

En los días que siguieron, los reporteros no tuvieron problemas para encontrar testigos que detallaran la extraña vida de Sylvia Seegrist. Muchas personas habían tenido incidentes con ella. Era común que sus vecinos recibieran insultos y amenazas de su parte. Estaba obsesionada con el mundo bélico, mencionando guerras nucleares, y demostrando también una creciente paranoia al considerar que estaba siendo espiada. En 1984 se había anotado en la Armada Estadounidense, pero duró apenas dos meses a causa de su carácter explosivo. Un día llegó a apuñalar a un hombre, por lo que pasó 4 meses en prisión. Bebía cera para muebles y continuamente hablaba de matar gente, incluso, trató de estrangular a su madre.


Cuando salieron a la luz los primeros informes de que una mujer había atentado contra un centro comercial en Springfield, todos los que la conocían supieron con certeza que Sylvia Seegrist era la responsable.

La asesina había sido una niña feliz y una estudiante brillante hasta que cerca de los 13 años, algo salió terriblemente mal. Su madre dijo que el declive se inició después de que Sylvia le contara que “su abuelo la había molestado”.

Nota aparte del caso: es increíble la negligencia de las autoridades en no hacer nada respecto a los pedidos de la madre de Sylvia y además, parece claro que fue abusada por su abuelo ¿Alguien intentó ayudarla luego de esto?

A los 15, Seegrist ya era consumidora de marihuana y tenía una vida promiscua. Poco después, fue diagnosticada con esquizofrenia y su caso era tan severo, que pasó por una docena de internaciones en un período de 10 años. Sin embargo, las leyes aún no permitían que un paciente fuera encerrado en contra de su voluntad, por lo tanto, sus estadías en los centros de salud fueron muy breves, insuficientes para tratarla.


Más víctimas siendo asistidas

Los medicamentos para pacientes psiquiátricos en ese momento tenían efectos secundarios muy adversos. Aquellos que podían ayudarla, terminaron enfermándola, por este motivo se negó a cosumirlos. A pesar de los actos cada vez más violentos y de las fantasías cada vez más pujantes, se las arregló para adquirir un arma.

El 22 de marzo de 1985, trató de comprar un rifle en una cadena de tiendas, pero los vendedores al echar un vistazo a su atuendo militar (que usaba todo el tiempo) y a su comportamiento extraño, le dijeron –mintiéndole- que en ese momento se habían quedado sin stock de armas.

Una semana más tarde, en otra tienda lograría adquirir una: llenó todos los formularios requeridos, incluyendo uno en el que preguntaban si alguna vez había tenido problemas mentales o problemas con la ley. Sylvia Seegrist mintió y logró salir con el rifle que usaría siete meses más tarde contra el centro comercial de Springfield.

En junio de 1986, un jurado la encontró culpable. Recibió tres cadenas perpetuas consecutivas, además de 10 años de prisión por cada persona herida.  Por fin, alguien había respondido a las oraciones su madre, Ruth Seegrist. El juez le aseguró que su hija nunca volvería a ser libre.

Hoy en día, Sylvia Seegrist permanece tras las rejas y su nombre surge cada tanto, cuando emergen nuevos asesinos en masa y la prensa recuerda su caso.

Considero que esta tragedia se podría haber evitado si las autoridades locales y la familia de Sylvia le hubiesen prestado más atención, especialmente el quiebre que tuvo en su adolescencia cuando fue víctima de abuso. Este caso como el anterior, son ejemplos en los que las principales responsables no son las asesinas que portan armas, sino los adultos que las rodean y que no ejercen una educación responsable y ejemplificadora.

Podríamos decir que Sylvia Seegrist lleva ahora una vida que tal vez es mejor a la que tuvo anteriormente: en el penitenciario hace deportes, toma cursos de física y lenguaje, trabaja en la lavandería de la prisión  y se encuentra más estable gracias a la medicación de esta época. Allí mismo, también estuvo por terminar la carrera de psicología.

Además, cuando lograron detenerla, un guardia le preguntó por qué lo había hecho. Su respuesta fue: “Mi familia me pone nerviosa”. Era una bomba de tiempo que cualquier situación la haría estallar y esto estaba a la vista de todo su entorno. Todos ellos son en algún grado (junto con las autoridades que no le prestaron atención a su caso) responsables de las 3 muertes que causó en el Centro Comercial.

sábado, 17 de enero de 2015

Brenda Ann Spencer "I don't like Mondays"

Brenda Ann Spencer

Todos en algún momento hemos detestado el primer día de la semana, ya sea porque significa la vuelta a nuestros trabajos o estudios, y por ser el primero siempre pesa un poco más que los siguientes días. Si pudiéramos evitarlo, muchos haríamos “cualquier cosa”, pero el personaje de esta historia es una excepción.

La joven Brenda Ann Spencer rompió con lo imaginable al llevar su desagrado por el lunes a otro nivel, haciendo temblar a toda una nación.

Nació el 3 de abril de 1962 en San Diego, California. A sus 16 años era una típica chica de los años 70’, algo introvertida, creciendo en el hogar de unos padres recién divorciados y enfrentándose a una sociedad llena de estereotipos. Nunca alguien hubiera imaginado que bajo la apariencia de timidez de Brenda Ann, se ocultaba una potencial asesina a sangre fría.

En la Navidad de 1978, su padre Wallace Spencer con el cual vivía, le regaló un rifle calibre 22 con mira telescópica y 500 municiones ¡vaya padre! lo que hizo que Brenda se pusiera muy feliz pues, tenía cierta afición a las armas de fuego y a las historias llenas de violencia con las cuales fantaseaba muy a menudo. Además, deseaba dispararle a un policía.

La mañana del lunes 29 de enero de 1979 parecía ser normal para todos excepto para Brenda Spencer, quien estaba decidida a re-escribir la historia posicionándose en el centro de atención, forma curiosa de disipar su aburrimiento. Estando sola en casa, vio el momento preciso para que sus fantasías por fin cobraran vida. Tomó su rifle y se posicionó en una ventana encontrando rápidamente un objetivo: la escuela elemental de Cleveland que se ubicaba justo enfrente de su casa.

Brenda Spencer comenzó a disparar hacia los alumnos mientras reía, haciendo de ésta una escena llena de locura. Para tener 16 años, su puntería era muy buena, hiriendo rápidamente a 8 alumnos. El director de la escuela, Burton Wragg trató de protegerlos y se interpuso entre las balas y los niños, perdiendo así la vida al igual que el celador Mike Suchar, quien trató en vano de ayudarlo. 

Al llegar la policía, Brenda Spencer le recibió con disparos hiriendo a uno de ellos en el cuello. Los oficiales rodearon su casa de inmediato. Durante 6 horas permaneció atrincherada hablando con los negociadores. Al rendirse y ser capturada, se le preguntó en el interrogatorio el por qué de sus acciones. Brenda Spencer sólo se encogió de hombros y respondió: “No me gustan los lunes, sólo lo hice para alegrarme el día no tengo una razón más, fue por divertirme. Me gusta el rojo y el azul de las chaquetas de los alumnos. Vi a los niños como patos que andaban en una charca y a un rebaño de vacas rodeándolos. Eran blancos fáciles para mí”. Brenda Spencer fue juzgada como adulta y declarada culpable de dos asesinatos y asalto con arma mortal. Fue sentenciada a una condena de entre 25 años a cadena perpetua con opción de libertad condicional.

Desde el incidente, ella ha pedido libertad bajo palabra 4 veces, dando 4 argumentos diferentes, entre ellos: que no fue quien disparó sino los policías, también alegó en su defensa que se encontraba bajo la influencia del alcohol y a pesar de encontrar botellas medio vacías en la casa, no presentó signos de intoxicación alcohólica. En las audiencias del 2001, y la más reciente en el 2009, Brenda Spencer aseguró ser víctima de maltrato y abuso por parte de su padre bajo los influjos del alcohol. A esta acusación, él respondió que no era cierto ya que se auto-identificó gay desde su nacimiento. Ella alegó que esa experiencia de abuso y maltrato la llevó a cometer este crimen.

Al negársele las peticiones de libertad bajo palabra, tendrá otra oportunidad de solicitar la libertad en el año 2019.

El crimen de Brenda Spencer y su falta de remordimiento inspiraron al músico Bob Geldof que compuso el tema I don’t like Mondays, donde se comentan los hechos ocurridos en la fatídica fecha. La canción fue un éxito del grupo británico Boomtown Rats, del cual Bob era vocalista.

La profundidad de la mente humana es incalculable al igual que todo lo que la rodea, pero cuesta creer que esta canción haya sido entonada por millones de personas,  enganchadas por sus melodías alegres. Algunos conocen la sombría historia detrás de la misma, pero otros no. I don’t like Mondays es un homenaje lúgubre a un acto cruel, producto de la sangre fría de la joven Brenda Ann Spencer

El padre de la asesina también debería haber ido preso. Un menor en su sano juicio reconoce las consecuencias de sus acciones, pero poseer un arma -es decir, tener el poder de decidir sobre la vida de otras personas- es una responsabilidad muy grande para alguien que todavía no tiene suficiente madurez mental.

El texto de la publicación puede encontrarse en el siguiente video: Brenda Ann Spencer
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