Elfriede Blauensteiner es una conocida viuda negra de origen austríaco. Pasó gran parte de su vida dedicada a encontrar hombres que necesitaran a una cuidadora para luego, intentar que la herencia quedara a su nombre. Si esto no era posible, en complicidad con un abogado falsificaba los documentos. Una vez obtenidos los papeles, envenenaba a estos hombres para deshacerse de ellos. La forma de engaño residía en los clasificados de los diarios. Buscaba hombres mayores con necesidades afectivas y vulnerables, pero también asesinó a otros hombres que no tenían relación con ella, así como a una vecina.
Elfriede Blauensteiner nació el 22 de enero de 1931 en Viena, Austria.
Su primer crimen lo cometió en 1981 y fue el conserje de su edificio a quien “ayudó a cometer suicidio” debido a que él abusaba de su mujer e hijos. Luego seguiría su segundo esposo, Rudolf Blauensteiner, que murió en agosto de 1992 después de estar agonizando en un “coma misterioso” durante 10 días, y de haber sido hospitalizado un total de 8 veces.
Cuatro meses más tarde, la vecina adinerada de Elfriede Blauensteiner murió repentinamente mientras estaba siendo cuidada por ella. Casualmente, había cambiado su herencia para ser la beneficiaria del dinero.
En 1995, un hombre de 65 años a quien Elfriede encontró gracias al anuncio de un diario, moría después de pasar un año a su cargo. De igual forma, otro acompañante octogenario fallecía de cáncer antes de que ella pudiera hacer algo por su salud. Desde el penal de recursos, Elfriede Blauensteiner fraguaba su voluntad para embolsarse una herencia de US$ 15.000.
Sin embargo, hubo una víctima que sobrevivió a un ataque de envenenamiento. Se trató de un soldado que había estado en la Segunda Guerra Mundial y fue prisionero en Rusia durante 5 años. A pesar de esto, declaró que “nunca se había sentido tan mal como cuando comió una receta preparada por ella”, fue peor que la propia guerra.
El juicio contra la señora Blauensteiner se realizó en la ciudad de Krems (baja Austria) el 10 de febrero de 1997. Comenzó a ser investigada por la muerte de otra víctima: Alois Pichler. El sobrino de este hombre la denunció luego de observar todas las extrañas circunstancias que rodearon el deceso. Alois Pichler era un jubilado de muy buena salud que tenía 77 años cuando murió en noviembre de 1995, pocos meses después de encontrarse con ella. Friedrich Kutschera, el fiscal del Estado, acusó Blauensteiner de poner al menos 70 dosis de Euglucon en su lecho, un medicamento para bajar la azúcar en la sangre.
Elfriede le dio 20 pastillas antidepresivas, lo dejó en una habitación con las ventanas abiertas toda la noche y luego lo puso en la bañera con agua bien fría, causándole un ataque cardíaco fatal. El fiscal también acusó a Harald Schmidt, el ex abogado de Elfriede Blauensteiner, por haberla ayudado a ponerlo en la bañera, y de falsificar de su voluntad para que cobrara una herencia de US$ 100.000. La asesina reconoció haber aprendido mucho sobre los medicamentos para reducir el azúcar en sangre, cuando trató a un amigo diabético que murió en 1986.
En su primer día en la corte, la acusada apareció con un traje beige y agarrando un pequeño crucifijo de oro. "Mis manos están limpias. No tengo nada que ocultar", dijo a la multitud de periodistas que se agolpaban alrededor de los pasos de la corte. Cuando le preguntaron si se declaraba culpable, ella dijo: "Yo nunca mataría, yo creo en mi inocencia.". Luego, en un extraño momento existencial, proclamó: "La muerte es sólo el comienzo de la vida eterna."
Desafortunadamente para ella, el 7 de marzo de 1997, fue declarada culpable del asesinato en primer grado de Alois Pichlerand y condenada a cadena perpetua. Schmidt, obtuvo siete años de prisión por complicidad y por falsificar los testamentos.
Elfriede Blauensteiner murió el 18 de noviembre de 2003 a los 72 años en un hospital de Viena, a causa de un tumor cerebral.
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