Para todos, era una dulce anciana que ayudaba a enfermos, alcohólicos y otros ancianos recibiéndolos en su casa. Nadie podía imaginar que este ángel guardián de los indefensos, era en realidad una asesina serial que se aprovechaba del desamparo de sus víctimas para aniquilarlos y seguir cobrando sus pensiones.
Dorothea Puente nació en California en 1929. Sus padres murieron cuando ella era aún una niña por lo que pasó un tiempo en un orfanato y luego en casa de sus tíos. Ya de grande cuando su esposo la abandona, mintió diciendo que había muerto. A partir de entonces, buscó ganarse la vida no siempre honestamente.
El primer ingreso a la prisión de Dorothea Puente fue por falsificar cheques, aunque volvió a la cárcel a causa de numerosos delitos: por regentar un burdel, por vagancia y por falsificar las firmas de sus pacientes cuando colocó una casa de ancianos a comienzos de la década de los 80s.
Después de este incidente, Dorothea Puente tenía prohibido abrir otra casa de ancianos, así que siguió con el negocio en la ciudad de Sacramento en asociación con otra mujer de nombre Ruth Munroe, que también tenía en la casa alojado a su esposo. Este hombre sufría de una enfermedad terminal. En mayo de 1982, Ruth Munroe moría por sobredosis de codeína (Paracetamol)… al parecer, esta fue la primera víctima de la complaciente anciana.
Un nuevo ingreso a la cárcel en 1982 por drogar y robar pertenencias a uno de sus pacientes, la envió otros tres años a prisión desde donde sostuvo correspondencia romántica con un hombre de 77 años, de nombre Everson Gillmouth. Con él vivió unos meses luego de quedar libre, hasta que Everson desapareció misteriosamente.
Para entonces, Dorothea Puente ya estaba nuevamente en el negocio de las residencias para ancianos y eventualmente alcohólicos y desamparados. Se hacía cargo de la correspondencia de sus clientes y cobraba sus pensiones entregándoles una pequeña parte y reteniendo más de la mitad para gastos de su manutención. Todo parecía marchar bien, hasta que la desaparición de un alcohólico esquizofrénico levantó las sospechas de una trabajadora social. Al saberse que por ese tiempo pasaba en la casa de Dorothea Puente, las autoridades se presentaron para hacer las averiguaciones. Al encontrar tierra removida a un lado de la casa, decidieron averiguar qué había en el lugar. Grande fue la sorpresa cuando hallaron un cadáver. Siguieron removiendo escombros hasta encontrar un total de siete cuerpos.
Dorothea Puente de 61 años se las ingenió para huir a Los Ángeles, pero fue reconocida por un anciano que la vio en las noticias. Se la acusó de nueve crímenes, incluyendo el de su pareja Everson Gillmouth quien fue hallado en una gran caja a orillas de un río.
Dorothea Puente había envenenado a todas sus víctimas con altas dosis de diversos medicamentos y había seguido cobrando sus pensiones. A siete de ellos los había enterrado en su jardín en donde solía cultivar muchas flores seguramente para disimular las atrocidades.
Fue encontrada culpable en tres de las nueve muertes y condenada a cadena perpetua. Murió en el 2011 a los 82 años.
El texto de la publicación puede encontrarse en el siguiente video: Las mujeres asesinas más perversas de la historia
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