Louise Vermilyea, recordada también con el apodo "la viuda negra", extendió sus actividades delictivas durante varios años, en el transcurso del siglo XIX al siglo XX.
Sus andanzas comenzaron a entrar en declive, cuando la codicia superó su capacidad de discreción y comenzó a acosar nuevos blancos más allá de su propia familia.
Para ese entonces, la muerte de un policía fue el disparador que llevó a las autoridades a levantar sospechas sobre esta mujer, en especial sobre el destino particular que experimentaban todos sus maridos, familiares y asociados: la muerte.
El oficial en cuestión, Arthur Bisonette, de 26 años, había sido un huésped en la casa de Vermilyea cuando cayó enfermo y murió a finales de octubre de 1911. Los detectives de homicidios comenzaron a sospechar después de hablar con el padre de Bisonette, quien también informó de los dolores de estómago que sufría su hijo, luego de cenar en la casa donde estaba siendo hospedado.
Recordaba haber visto a Louise Vermilyea salpicando "pimienta blanca" sobre su comida antes de que se sirviera. Una autopsia en Bisonette reveló que su cuerpo tenía restos de arsénico y Vermilyea fue puesta bajo custodia en espera de la exhumación de otras presuntas víctimas.
La cadena de homicidios aparentemente comenzó en 1893, cuando Fred Brinkamp, el primer marido de Louise, murió en su granja cerca de Barrington, Illinois. Dejó a su viuda más rica con una herencia de $ 5.000. Al haber “fallecido” a los sesenta años de edad, la muerte de Fred fue considerada por causas naturales y no hubo ninguna sospecha sobre elementos dudosos.
Al poco tiempo, dos hijas de su matrimonio -Cora Brinkamp, de ocho años y Florencia Brinkamp, por cumplir 5, también fallecían. En enero de 1906, Lillian Brinkamp, de 26 años de edad, nieta de Fred, murió en Chicago, afectada por la enfermedad “nefritis aguda". Ya para esta época, las habladurías de las demás personas resonaban en las calles, diciendo que los miembros de la familia Brinkamp habían tropezado con una maldición familiar.
Más adelante, Louise Vermilyea se volvió a casar con un tal Charles Vermilyea, de 59 años. En 1909, él ya estaba muerto. Víctima de una enfermedad repentina, dejó a su viuda una herencia de $ 1000 en efectivo. Harry, un hijastro, cayó muerto en Chicago casualmente luego de que se peleara con Louise al no ponerse de acuerdo sobre la venta de una casa en el Crystal Lake, a diez millas al norte de Chicago. Una vez más, la única señalada como culpable de esta muerte, fue la coincidencia.
En 1910, Louise heredó $ 1.200 luego del fallecimiento de Frank Brinkamp de 23 años, hijo de su primer matrimonio. En su lecho de muerte, Brinkamp informó a su prometida, Elizabeth Nolan, de las sospechas tardías que implicaban a su propia madre, declarando que él mismo ahora estaba "siguiendo el mismo camino que papá”.
Luego de haber acabado uno por uno con sus familiares, comenzó a practicar con los conocidos. El primero en morir fue Jason Ruppert, un bombero de ferrocarril que se enfermó después de cenar con Louise el 15 de enero de 1910.
Dos días después, ya estaba muerto. Otras víctimas siguieron rápidamente con el mismo destino. Richard Smith, un conductor de trenes, alquilaba habitaciones en el hogar de Vermilyea, pero al parecer, cenó en otro lugar el día que la asesina pensaba acabar con su vida. Éste sufrió una enfermedad repentina que lo mantuvo débil un corto tiempo, pero no lo mató. Sin embargo, la vida no le daría una segunda oportunidad. Moriría el 11 de marzo de 1911, gracias a una “gastritis aguda”. Todos estos hechos acontecían antes de la llegada de Arthur Bisonette a la escena. Innumerables otras víctimas podrían haber fallecido con el tiempo, pero la muerte del hijo del policía levantaron las suficientes sospechas como para vigilarla.
Si bien el motivo de los homicidios (aquellos posteriores a las muertes de sus familiares) nunca estuvo claro, la obtención de dinero fue un impulso evidente en el asesinato de todos sus maridos e hijos. El director de pompas fúnebres E. N. Blocks, recordó que Louise parecía disfrutar de su tarea cuando debía trabajar rodeada de cadáveres. A pesar de que nunca la contrataron en el lugar, durante el par de años que estuvo trabajando en la vuelta, no pudo mantenerla fuera de la oficina.
Mientras estaba bajo arresto domiciliario, Louise Vermilyea denigró los esfuerzos policiales para procesarla por la cadena de diez homicidios conocidos. Según ella, los policías podían ir tan lejos como quisieran, ya que ella no tenía nada que esconder. Simplemente fue “desafortunada” al tener tanta gente muriendo a su alrededor.
Su dureza se fue desmoronando y el 4 de noviembre los detectives la llevaron inmediatamente al hospital, víctima de su propia "pimienta blanca". Las autoridades informaron que Louise había estado ingiriendo su propio veneno en la comidas desde que el 28 de octubre, fuera recluida a un arresto domiciliario como primera medida.
El 9 de noviembre, se reportó que estaba a punto de morir, con problemas cardíacos y valvulares, ocasionados por la ingesta del veneno.
Para el 9 de diciembre, ya había sido atacada por parálisis, un estado a esa altura irreversible. Fallece el 11 de diciembre de 1911.
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